domingo, 17 de junio de 2012

Marguerite Sirvins y el tejido a la realidad


  Pienso en cómo nos definen nuestras circunstancias, en cómo nuestra existencia se extiende a los objetos que nos rodean, en Marguerite Sirvins que quiere casarse y quiere ser madre. Sueña con ese día en que el hombre de su vida le dirá que sí delante del altar, con esa noche en la que se abrazarán entre las sábanas como hacen tantas y tantas parejas. Y confecciona un vestido de novia blanco, como tienen que ser los vestidos de novia, mientras sueña e imagina ese día en el que podrá lucirlo y esa noche en la que podrá quitárselo. Pero la historia de Marguerite no acaba bien porque ni siquiera empieza bien.

  Nacida en Lozère (Francia) en 1890, en una familia de campesinos, a los cuarenta y un años fue internada en el hospital psiquiátrico de Saint Alban por problemas esquizofrénicos. A los cincuenta y cuatro años empezó a dibujar acuarelas y a bordar. Trabajaba sin modelo ni plan previsto, pero sin vacilaciones. Las alucinaciones y delirios eran cada vez más frecuentes hasta que finalmente, dejó de trabajar en 1955, dos años antes de su muerte.

  Pero antes, todavía realiza la que es su obra maestra: un vestido de novia que jamás usó hecho con hilos que va arrancando noche tras noche de las sábanas y trapos de su cama, hilos que seguramente guardan sus sudores nocturnos, sus ansias, sus placeres, sus miedos, su saliva, un vestido simbólico y bellísimo que no puede ser más íntimo, porque va impregnado de todos sus deseos, porque ha captado ese momento en el que más nos encontramos con nuestra propia soledad: cuando estamos en la cama. Un testamento vital de su amor confeccionado con retazos de blanca pureza. Porque el vestido de Marguerite es ella misma.


1 comentario: